
PURA ESENCIA FRONTERIZA
Zagra se alza como un vigía eterno sobre los límites del Poniente Norte de Granada. Este pequeño municipio es pura esencia fronteriza. Durante siglos, de hecho, fue exactamente eso: el límite donde chocaban reinos, culturas, destinos. Los hallazgos arqueológicos demuestran que hubo asentamientos humanos en estas tierras desde la Prehistoria hasta el Imperio Romano. La necrópolis de Zagra y el asentamiento de Los Algarbes, con 60 sepulturas excavadas en la roca, habla de un territorio habitado desde tiempos inmemoriales.
Pero fue en época medieval cuando Zagra cobró su verdadero protagonismo: En 1362, el castillo de Zagra fue tomado por las tropas castellanas de Pedro I. Durante siglos, antes y después de su conquista por los Reyes Católicos, dependió de Loja, de cuyo Ayuntamiento se independizó en 1982. El castillo domina el pueblo desde una elevación rocosa, a una altitud de 805 metros. Esta fortaleza formaba parte de la primera línea defensiva del Reino Nazarí de Granada y se conservan restos en dos partes: el exterior amurallado y un torreón en su zona más alta.
La Iglesia Parroquial de San Lorenzo, construida en el siglo XVIII, sufrió prácticamente una reedificación en 1970. En el Monte Calvario se ha reconstruido la antigua ermita de Santa Bárbara, donde se venera una imagen del Resucitado. El verdadero templo natural de Zagra es el Mirador del Cerro de la Cruz, que ofrece vistas a los cuatro puntos cardinales. Desde allí se divisan la provincia de Córdoba, Málaga y Granada. Se distinguen la Sierra Tiñosa de Priego de Córdoba, Sierra Ojete de Algarinejo y en días claros el pantano y el Embalse de Iznájar. También se puede disfrutar del sendero que dirige hacia El Barrancón, paraje natural característico por ser el nexo de unión del barranco de los naranjos, el barranco de las Rozuleas y el barranco de las Minas
Las fiestas mantienen vivo el pulso del pueblo. Durante la romería de San Marcos, el 25 de abril, es costumbre comer en el campo y repartir los típicos hornazos con curiosas formas de lagarto (para los hombres) y de pava (para las mujeres) Pero el paisaje de Zagra es, en realidad, un mar de olivos. El núcleo urbano y su territorio está rodeado de suelos de excelente fertilidad para el cultivo del olivar, produciendo un aceite premiado que es la riqueza silenciosa del pueblo.
Zagra es la esencia misma de la frontera: pequeña pero inexpugnable, silenciosa pero vigilante. Es el último centinela del Poniente, el que desde su atalaya contempla cómo el sol se pone sobre tres provincias, recordándonos que hay lugares donde ser pequeño es, en realidad, la mayor de las grandezas.