El Convento de Santa Clara de Loja fue fundado por voluntad de Fray Hernando de Talavera, primer arzobispo de Granada y confesor de la Reina Isabel la Católica, quien en 1505 expresó su deseo de establecer un monasterio de clarisas franciscanas en esta ciudad de la antigua frontera nazarí. Tras la muerte de Talavera en 1507, su albacea Jerónimo de Madrid completó la construcción, y el 7 de septiembre de 1527 las primeras hermanas clarisas procedentes de Málaga, lideradas por la abadesa Clara de la Cruz, tomaron posesión del convento.
Durante 464 años (1527-1991) las religiosas mantuvieron un ‘continuo y entrelazado afecto con el pueblo lojeño’ hasta que el reducido número de vocaciones llevó al cierre del convento.
El conjunto sigue la disposición típica de los conventos granadinos del siglo XVI: iglesia con coro, claustro adosado y dependencias comunitarias organizadas en torno al espacio claustral, complementado con patio porticado exterior que incluye fuente octogonal y naranjos. El claustro, de dos plantas rectangulares con arcos de ladrillo sobre columnas mudéjares, constituye uno de los ejemplos mejor conservados de arquitectura claustral del siglo XVI en el Poniente de Granada.
La iglesia combina diferentes estilos artísticos que reflejan las épocas constructivas. Su portada gótico-isabelina, ornamentada con la heráldica de Talavera, constituye una pieza excepcional del siglo XVI. En el interior destaca el artesonado mudéjar, el retablo mayor barroco de Gregorio Salinas (1760) —incompleto por daños de 1936— y las pinturas murales al fresco de los hermanos José y Vicente Cieza (siglo XVIII) que representan escenas de la vida de Cristo con arquitecturas fingidas de notable virtuosismo. Los coros alto y bajo, separados por celosías de hierro forjado, conservan la sillería adquirida gracias a la donación de 5.000 reales de Isabel II en su visita de 1862.
Declarado Bien de Interés Cultural en 1997, el convento se encuentra en proceso de rehabilitación por el Arzobispado de Granada.
