Las Termas Árabes de Alhama de Granada constituyen uno de los ejemplos mejor conservados de arquitectura termal andalusí de la península. Los romanos construyeron en tiempos de César Augusto (siglo I d.C.) una primitiva alberca aprovechando los manantiales naturales, sobre cuyos cimientos los musulmanes levantaron en el siglo XII un lugar de descanso y cura que dio nombre al lugar (al-Hama, «aguas calientes» en árabe).
La alberca almohade del siglo XII, declarada Bien de Interés Cultural, se conserva en el interior del balneario como excelente muestra de este legado, presentando hermosos arcos califales que descansan sobre cimentación romana y están cubiertos por un techo abovedado con lucernas que crean un curioso juego de luces y tonalidades según el momento del día.
El complejo se estructura en dos manantiales históricos: Alhama Viejo, donde brota el manantial más antiguo bajo la alberca musulmana, y Alhama Nuevo, surgido tras el terremoto de 1884. Las aguas hipertermales brotan a temperatura constante de 47-49°C y han sido especialmente indicadas para afecciones reumáticas, respiratorias y estrés.
El balneario, ubicado a 850 metros sobre el nivel del mar y rodeado de exuberantes arboledas, vivió su época dorada en el siglo XIX con la visita de ilustres personalidades como Teófilo Gautier, aunque sus aguas con propiedades medicinales ya fueron citadas por importantes viajeros de la época como Ibn Battuta (1350) y sirvieron de refugio y descanso para políticos y personalidades de la corte nazarí.
