Íllora

UN LIBRO ABIERTO DE LA HISTORIA DEL PONIENTE

Íllora se extiende sobre un mar de olivos centenarios que producen uno de los aceites más premiados del Poniente de Granada. Con más de 7.000 hectáreas de olivar, principalmente de la variedad picual, el municipio ha sabido combinar tradición y modernidad en sus almazaras, donde el oro líquido se extrae con técnicas innovadoras pero el mismo cuidado artesanal de siempre. 

El Castillo de Íllora, fortaleza árabe del siglo XI reconstruida por los nazaríes en el XIV, corona el cerro a 866 metros de altitud como testigo pétreo de la frontera que dividió dos mundos durante siglos. Sus murallas de tapial y mampostería conservan la memoria de cuando era pieza clave en la defensa del Reino de Granada. La Torre de Tocón, la Torre Encantada en Brácana y la Atalaya de la Mesa hacia Alcalá la Real completan esta red defensiva visible desde cualquier punto del término. En el casco urbano, la Iglesia de la Encarnación del siglo XVI despliega su arquitectura de transición gótico-renacentista sobre los cimientos de la antigua mezquita – obra de Diego de Siloé- y dialoga con el antiguo Convento de San Pedro de Alcántara, actual sede del Ayuntamiento. El Pósito del siglo XVIII y la Casa de los Títeres – antiguo hospital convertido en espacio cultural – completan un conjunto donde cada edificio narra un capítulo diferente de la historia.

Castillo de Íllora, en el Poniente de Granada

La naturaleza también ha sido especialmente generosa con Íllora. El paraje del Soto de Roma conserva su espectacular acueducto del siglo XIX que transporta agua hasta el Molino del Rey, al tiempo que las sierras de Parapanda y Pelada dominan el horizonte siendo el barómetro tradicional: «cuando Parapanda tiene montera, llueve aunque Dios no quiera». Los Tajos del río Genil ofrecen gargantas profundas y emblemáticas rutas como la del Gollizno o la subida a la Cueva del Agua en Parapanda, descubren paisajes donde el silencio solo lo rompe el viento.

 

Los tres dólmenes documentados – Pedriza de los Majales, Loma de Ciaco y Pedriza de Guirao – junto a las cuevas del Malalmuerzo y las Canteras, testimonian milenios de presencia humana desde el Neolítico. Los restos de termas romanas confirman que aquí estuvo la Ilurco citada por Plinio, convirtiendo a Íllora en un libro abierto de la historia del Poniente.

Pero es el Parapanda Folk el que mejor define el carácter actual del municipio. Desde 1990, este festival declarado de Interés Turístico Nacional ha colocado a Íllora en el mapa internacional de la música tradicional, acogiendo cada julio a grupos de los cinco continentes en el Anfiteatro Enrique Morente. Esta vocación de mantener vivas las tradiciones se extiende a la Real Feria de Ganado de octubre, las Candelarias de febrero o el singular ritual de «atar el diablo» en Brácana.

En la mesa ilurquense, el aceite virgen extra protagoniza cada plato: baña el hoyo de pan caliente, da cuerpo a las migas con tropezones y enriquece el gazpacho local, más espeso que el granadino. Los espárragos trigueros, las collejas en tortilla, el choto al ajillo y las gachas de mosto completan una gastronomía donde cada receta cuenta historias de campo y trabajo. En Íllora, entre olivos milenarios y un festival que mira al mundo sin olvidar sus raíces, el visitante descubre un territorio que no solo se recorre: se vive con todos los sentidos.