Huétor Tájar

CRUCE DE CAMINOS, CAPITAL DEL ESPÁRRAGO

Huétor Tájar ocupa desde hace siglos una posición estratégica en el corazón de la comarca de Loja, donde convergen las rutas comerciales entre Granada, Málaga y Córdoba. Esta ubicación privilegiada en la fértil vega del río Genil ha forjado el carácter emprendedor de una villa que hoy lidera la producción nacional de espárrago verde, con más de 500 hectáreas de cultivo que producen 6 millones de kilos anuales bajo la marca de calidad IGP Espárrago de Huétor Tájar, reconocida en 2000 como Indicación Geográfica Protegida por su textura tierna y sabor característico.

El patrimonio industrial textil define la identidad moderna del municipio. La Fábrica de San Rafael, fundada en 1905, llegó a emplear a más de 400 trabajadores y marcó el desarrollo socioeconómico de la comarca durante el siglo XX. Aunque cerró en 1991, sus naves de ladrillo visto permanecen como testimonio de la época dorada textil andaluza.  El antiguo Pósito del siglo XVIII, actualmente en proceso de rehabilitación para convertirse en centro de interpretación, y los restos arqueológicos de la villa romana de Los Lavaderos documentan la larga historia del asentamiento humano en este territorio.

Vigilando desde lo alto, la Torre de Huétor corona el Cerro del Castillo como atalaya nazarí del siglo XIV que controlaba el paso entre los reinos de Granada y Castilla. Desde sus 530 metros de altitud se comunicaba visualmente con las torres de Íllora, Moclín y Salar, tejiendo una red defensiva invisible pero efectiva. A sus pies, la Iglesia Parroquial de Santa Isabel combina en perfecta armonía elementos mudéjares, renacentistas y barrocos desde que fuera iniciada en 1530 sobre la antigua mezquita, destacando su torre campanario de ladrillo que dialoga con las chimeneas industriales en el perfil urbano.

El agua ha sido siempre la verdadera riqueza de Huétor Tájar. El sistema de acequias perfeccionado desde época árabe riega una vega que produce espárragos desde 1930, cuando los primeros cultivos experimentales demostraron que el suelo calizo y el microclima local creaban las condiciones perfectas. Los lavaderos públicos restaurados y la Fuente de los Cinco Caños del siglo XIX siguen siendo puntos de encuentro donde el agua recuerda que es fuente de vida y riqueza. 

Las fiestas hueteñas celebran esa dualidad entre tradición y progreso. La Fiesta del Espárrago en primavera convierte las calles en un gran restaurante al aire libre donde se degustan tortillas, revueltos y el innovador gazpacho de espárragos. En julio, las Fiestas de Santa Isabel mantienen viva la singular carrera de cintas a caballo, donde los jinetes al galope intentan arrancar las cintas de colores que sus prometidas han bordado. La Candelaria de febrero ilumina los barrios con hogueras comunitarias y el Carnaval, con sus murgas críticas que no perdonan a nadie, demuestra que aquí el humor es tan importante como el trabajo.

 

La gastronomía local ha sabido elevar el espárrago a categoría de arte sin olvidar los sabores de siempre: los andrajos con liebre de la sierra, las gachas con caldo de puchero que reconfortan en invierno, el remojón de naranja y bacalao que refresca en verano, y los pestiños con miel que endulzan cualquier celebración. En Huétor Tájar, donde los espárragos  crecen entre historias de reyes y telares, cada plato cuenta que este cruce de caminos sigue siendo, ante todo, un lugar donde detenerse y disfrutar.